Apuntes
previos.
Un
estudiante me mira y pregunta, ¿profe usted es hipster? Otro niño me
pregunta si soy otaku, si acaso me gustan los monos japoneses y ese tipo de
cosas.
¿Usted,
baila mucho? No ¿Baila poco? No soy buen bailarín, por qué la pregunta,
respondo. Es que todos los otakus bailan, me dice el niño. No es el primer
alumno que asume que soy otaku. Es mi corte de pelo, yo les hablo del grunge,
de Pearl jam, Nirvana, Kurt Cobain, les digo que puedo ser hippie, pero no
otaku. Da igual, no me escuchan. Para todos los niños soy otaku.
Mientras
los niños entran a la sala, realizo unos ejercicios de respiración que vi en
youtube para controlar los nervios. Hasta ahora, no he tenido buenos
resultados, creo que me voy a desmayar.
Entramos
a la sala y su profesora jefe, que es mi guía en la práctica, los reta harto,
por las notas, por su presentación, por su forma de pararse, siempre hay
motivos para retar a alguien. Luego se sienta, observa sus pies. Ella anda con
chalas, informa que le duelen los talones. Todo el curso la observa en silencio.
Saca unas vendas que tiene en la cartera y se las pone en los pies. Los niños
empiezan a hablar y la profesora, Karla, los hace callar. Todos miran en
silencio como ella venda sus pies. Por mi parte, quiero empezar la clase, pero
no puedo, porque ella está adelante cuidando sus pies. Enciendo el proyector,
Karla se enoja, me dice que lo apague, que la luz le llega en la cara.
Apuntes
posteriores:
El
objetivo de la clase, porque todas las clases deben tener un objetivo, yo no
estoy muy de acuerdo, pero como reza el dicho popular, donde fueres haz lo que
vieres, era analizar relatos míticos. Presenté un video sobre el “Popol Vuh”.
Luego, quise que los estudiantes reflexionaran sobre la relación de los Mayas
con los dioses, por reflexionar sobre algo, si he de ser sincero, no tenía muy
clara para donde iba mi clase. Karla me interrumpió y empezó a hablar de la
religión católica. Piensen en la relación que tenemos nosotros con dios, decía
Karla. Yo quería volver al tema de los Mayas, pero ella me volvía a interrumpir
y hablaba de la religión católica. La Biblia tiene bonitos mitos, quizás, sería
bueno analizar alguno, dije yo, intentando relacionar ambos temas. Pero profesor,
la historia de Jesús no es un mito, me dice una alumna. Bueno, tampoco podemos
tomarnos todo tan al pie la letra, en los textos religiosos las historias que
se cuentan no se pueden interpretar de manera literal. Los niños me miran con
incredulidad. La clase se está yendo al despeñadero, lo puedo sentir. Intento
salir del paso con una observación anecdótica: piensen en el palo de Pinilla,
dónde estaba dios cuando Pinilla pateó al arco contra Brasil, o sea, si dios
existe, no es chileno. Mal chiste. No hay risas. Tengo que trabajar lo del
humor, el chiste corto es lo único que me puede salvar como profesor.
Después,
quise que viéramos los mitos griegos, pero Karla se empezó a quedar dormida
atrás y me desconcentraba. Los niños se miraban y reían, la profesora estaba
durmiendo echada arriba de la mesa mientras yo gesticulaba como un pajarraco
adelante para captar la atención del curso, me habría gustado gesticular de
otra manera, pero no, era eso, un pajarraco desesperado por obtener el interés
de la concurrencia.
La
alumna más difícil de una clase puede llegar a ser la profesora guía. En este
caso, ella se disculpó después y me dijo que tenía harto sueño, que estaba con
mucho trabajo, que la entendiera. Yo la entiendo, soy un tipo comprensivo, pero
si estás cansado y adelante hay algo de tu interés, no te quedas dormido. Mi
clase es fome, la persona que me evalúa se duerme, no hay peor evaluación que
un ataque de bostezos.
Puede
que tenga que empezar a bailar y que la respuesta a todas mis dudas sean los
otakus. Puede que tenga que asumir con seriedad de rol de otaku en la docencia.