Tengo
miedo. Imagino a mi profesor guía (de la memoria que se supone estoy
escribiendo) leyendo mis primeros avances y luego gritando: “¡No! ¡No! ¡Mal! No
mienta, a quién quiere engañar. Usted ha estado cinco años en la universidad y
no sabe nada. ¡Fuera de mi vista! Pero antes de salir, deje su piocha con la
secretaria, porque sabe señor, usted no es digno de esa piocha”.
“Usted
no es digno de su piocha”, me da pánico que alguien me diga eso. Yo amo mi
piocha, yo necesito mi piocha, yo soy mi piocha. Por las noches abrazo mi
piocha y me aferro a ella cual naufrago en la tormenta. Yo le canto a mi piocha
y he llegado a ser tan plateado como ella.
Hoy
iba a escribir, iba a trabajar en la memoria, porque eso es lo que soy, un
memorista, voy a la biblioteca y en el mesón me dicen, “ah usted es memorista”,
y a mí se me hincha el pecho de orgullo al tiempo que disimulo el rubor que
aparece en mis mejillas mirando el suelo. “Sí, estoy trabajando en eso”,
respondo. Me agrada esa respuesta por su ambigüedad, no digo, “estoy
escribiendo mucho”, porque sería mentira, utilizo la palabra “trabajo” que
puede involucrar más aristas de mi vida académica, como preparar café, revisar
el mail, ir a comprar pan a la esquina, salir a caminar, etc, vida académica en
el amplio sentido de la expresión.
Hoy,
la idea era trabajar en la memoria, en un arranque de lucidez copié y pegué
completa Temporada en el infierno, tiene que estar Rimbaud en el marco teórico,
pensé, no importa que esté hablando de Lenguaje Cinematográfico, Rimbaud tiene
que ir, y si está Rimbaud tiene que estar Baudelaire y si está Baudelaire tiene
que aparecer Armando Rubio y si aparece Rubio cómo voy a dejar fuera a Teillier
y si hablo de Teillier no puedo olvidar a Lihn y me siento mal por no haber
citado aún a Rodrigo Lira y si estoy hablando de Lira por qué no seguir con
Miguel bosé, Juan Gabriel, Charly García, Hector Lavoe, Carlos Gardel, Violeta
Parra, Pixies, The Clash, Iggy Pop y si ya estoy citando a Iggy Pop, quizás, el
marco teórico se me fue un poco a la mierda y tenga que empezar todo desde cero
mañana.
En
mis descansos de la tesis o memoria o como se llame la mierda que estoy
haciendo, trauma final, por ejemplo, sería un nombre tentativo, quizás,
demasiado sugerente, en los descansos de esta tortura me dejo llevar por el
mayor invento del siglo XX, la internet, para ser más específico, Facebook. En Facebook sigo a mucha gente, pero en
especial a una. Con esa persona no he hablado nunca, pero sé que música escucha,
los libros que ha leído, las películas que ha visto en la semana. Aparte de ser
su amigo en Facebook, no tengo ninguna relación con ella, pero invierto mucho
tiempo en mirar su perfil, más de lo que invierto en estar con mi familia o
amigos de la vida, por decirlo de alguna manera, de la vida real.
Me
gusta la chiquilla. Reviso su muro en Facebook, sus ocurrencias, los chistes
que dice, los memes que comparte, las cosas a las que le da like. Cada tanto,
repaso sus fotos, todas las épocas, es un ejercicio que me encanta, su etapa
dark en el colegio, su evolución natural a la estética beatnik en la
universidad hasta llegar a su apariencia sobria y sofisticada que cultiva en el
trabajo.
Me
encanta su sentido del humor. Me río solo en mi pieza y le celebro sus
ocurrencias, solo, en mi pieza, siempre. Sigo con especial atención los eventos
a los que, según Facebook, asistirá, siempre en mi pieza, escuchando la música
que ella escucha, leyendo los libros que ella lee, siempre solo.
Este
año he asistido a muchos eventos, a los que según Facebook, ella igual asistió,
claro que yo no la vi en ninguno, excepto el fin de semana pasado, que
coincidimos en el recital de Planta Carnívora. Llegué al lugar puntual, a las
11, pero no había nadie, ni siquiera los artistas. Luego, volví a las 12 y
todavía estaban probando sonido. Como a las 1 y media llegué, nuevamente, con
un amigo, pero ya había tocado la artista. Entramos igual al local y vi a la
niña de Facebook apoyada en la barra. Pedimos unas piscolas con Vladimiro, mi
amigo. Vladimiro empezó a hablar con Planta Carnívora, sin haberla escuchado
cantar se lanzó a criticar el show. ¿Por qué no eres más como Gustav Mahler?,
preguntó Vladimiro. Perdón, no sé de qué estás hablando, respondió Planta
Carnívora. ¿Cómo te haces llamar artista y no has escuchado la segunda sinfonía
de Mahler? ¿Qué mierda pretendes con eso?, inquirió Vladimiro. Permiso, dijo
Planta Carnívora y se fue. ¿Viste eso?, los artistas de hoy no escuchan a
Mahler, qué horror, me comentó Vladimiro. Mientras, yo avanzaba hacia la barra,
asentía con la cabeza a las cosas que me decía Vladimiro, pero no escuchaba
nada. Permiso, puedo colocar mi vaso acá, le pregunté a la niña de Facebook. Ella
asintió con la cabeza y dijo: ya, bueno. Eso fue todo lo que hablé con ella.
Luego, sus amigos llegaron y ella se fue del local. Yo me quedé hablando de
Mahler con Vladimiro.
En
un documental en Youtube sobre los potos, un estudioso de los potos decía algo
que me parece encierra una profunda sabiduría: “Mirar un culo en la calle, es
mirar algo que se aleja y mientras más se aleja, más perfecto nos parece”. Facebook
nos da la oportunidad de mirar de lejos a la gente y completar la parte que
falta con nuestros propios deseos, nuestros propios gustos, nuestros propios
recuerdos, nuestra propia ética y estética. ¿Para qué relacionarte de cerca con
alguien si puedes hacerlo de lejos? ¿Para qué elegir la realidad si puedes
tomar la ficción?