Practicante en acción

Practicante en acción

jueves, 26 de noviembre de 2015

31

El celular suena en el piso, no contesto, no puedo. Con una mano me agarro la tula y con la otra sujeto la sábana, la idea es hacer una carpita en torno al pene y así tener más espacio para maniobrar. Son las nueve y media de la mañana, hora de hacerse una paja, no de contestar el teléfono, cómo no saben eso.
Pornhub o Xvideos, he ahí el dilema. Últimamente, me inclino por Pornhub, su sección Mature Amateur ha sido un gran descubrimiento para este humilde servidor y por qué no decirlo, una gran compañía. No me calientan las porno stars, mucho grito, muchas caras, mucho mirar a la cámara y sacar la lengua, mucho guion, son muy buenas profesionales, se aprenden un libreto, que si bien no tiene diálogos, implica mucho dominio escénico. Por el contrario,  las mujeres maduras amateur son pura espontaneidad, si están aburridas lo demuestran, miran al tipo como diciendo, “ya poh, termina, si no es para tanto, si no es ni tan rico culiar”. Me agrada eso, ese desenfado, esa honestidad brutal, además, el gemido es mucho más suave, como una buena balada country, en contraste con el aullido de las porno stars que es como escuchar noise, como poner a Sonic Youth, pero sin la parte melódica de las canciones, solo riudo, solo distorsión. En síntesis, falta más Johnny Cash en el porno de hoy en día.
Eyaculo, una rebelde gota de semen corre por mi guata buscando manchar la sábana, cosa que debo evitar a toda costa, ya que me da vergüenza que en caso de venir visitas, vean mis sábanas tiesas y amarillentas. Muy tarde, ya se formó una posita que tapo con suma dedicación con un pedazo de confort, para disimular un poco mis huellas.
Contesto el teléfono que ha seguido sonando de manera intermitente. Es mi papá que llama para felicitarme por mi cumpleaños, me dice que espera se cumplan todos mis deseos y proyectos, le agradezco mientras limpio el semen que ha caído en las sábanas, sí, claro, le digo, los proyectos, hay que realizarlos de alguna manera. No sé de qué proyectos habla, pero quién es uno para echar abajo las fantasías que un padre construye en torno a su hijo, si esas ficciones lo hacen feliz, no veo el problema de apañar su delirio, y le respondo que sí, que tengo muchos planes para el futuro, que siento que mi vida finalmente está tomando forma (desde un retorcido punto de vista, es decir, como un cuadro de Jackson Pollock, pero forma al fin y al cabo). Senté cabeza, agrego, mientras termino de limpiarme la tula.
Como hoy es un día especial, mi cumpleaños y todo eso,  pienso empezar la jornada trabajando en la tesis como una forma de encaminar mi vida hacia la seriedad, digamos, la madurez. Pero la mañana no es buena hora para trabajar en la tesis, no quiero determinar mi día con una manera racional de pensar, establecer hipótesis, aventurar respuestas, no quiero eso a esta hora del día. Postergo la tesis.
Recuerdo que en los cines te dejan entrar gratis el día de tu cumpleaños y encamino mis pasos a Cineplanet. En boletería me felicitan por haber nacido el día de hoy, yo siento que no tuve mucho mérito en aquello, pero agradezco de la manera más sincera posible, o sea, sin mucha convicción. Me regalan dos entradas, yo le digo que me basta con una. ¿Viniste solo?, pregunta el joven de la caja con cara de estupefacción. Sí, le respondo, solo quiero una entrada. Es que la promoción es así, tienes que recibir las dos entradas y elegir dos lugares, me dicen en Cineplanet. Elijo un lugar para mí y otro para nadie, luego, tomo mi entrada y la de nadie y se las paso a la niña que corta los boletos. Oh, estás de cumpleaños, felicidades, dice y me ofrece una sonrisa que me parece sincera. Yo le devuelvo una sonrisa difícil, en mi cara se dibuja una mueca, un gesto, pero no sabría decir lo que significa. La niña me repite que la promoción es para dos personas. Le digo que no hay nadie más. ¿Viniste solo?, pregunta mientras mira el suelo y se rasca el cuello y la espalda con incomodidad, como si la soledad fuera algo contagioso, como si la miseria fuera una alergia primaveral.   
El Principito tiene poca convocatoria, al menos en Cineplanet. Son las doce del día y la sala está vacía, estaban esperando a que llegara alguien para empezar con los trailers. Luego, se sienta en la fila de adelante una mamá con tres niños, quienes se dedican a preguntarlo todo durante la siguiente hora y media: “¿Y ese quién es? El principito, responde la mamá. ¿Y por qué ocupa capa? Porque es un principito, responde la mamá. ¿Y dónde vive? En el planeta del principito”.
No fui con ninguna expectativa, pero debo decir que hace tiempo no me emocionaba tanto una película. No me acordaba mucho del libro y la película es bonita, estéticamente se siente bien. Como la sala estaba casi vacía deje salir el llanto con cada frase clásica que se sacaba el principito, “lo esencial es invisible a los ojos”, “solo con el corazón se puede ver bien”, “fue el tiempo que pasaste con tu rosa lo que la hizo tan importante”.
El principito tiene cualquier hit, para mí, es una balada romántica superior, una canción eterna. Qué manera de llorar en el cine, no soy de llorar en lugares públicos, no porque no me den ganas, sino porque me da vergüenza, pero la sala estaba casi vacía, me deliré llorando, gemidos, mocos, esos tiritones que dan, lo deje salir todo porque el principito es pasión, yo lo vivo, lo llevo dentro, no me acordaba, pero siempre estuvo ahí.

Al salir del cine pienso que, quizás, sea una buena idea trabajar en la tesis. Pero parece que en el Hoyts también dejan pasar gratis en tu cumpleaños. Veo la cartelera y hay una que se llama “El último cazador de brujas”, con Vin Diesel. Brujas, el protagonista de Rápido y Furioso, eso no puede estar tan mal. Qué buen cumpleaños. 

lunes, 23 de noviembre de 2015

Corazón de Breviario

1
El practicante entra en el café. Polerón, rotas las dos mangas. Zapatillas, agujereadas, sin color. Barba, despareja. Lentes, chuecos.
¿Dónde está el baño?, pregunta. Al fondo a la izquierda, le responden.
El practicante no distingue la derecha de la izquierda. Camina hacia el sector equivocado y tropieza con la mujer que asea el lugar, él le sonríe, ella, no. Luego, se vuelve a equivocar de camino: entra a la cocina, pregunta de nuevo por el baño.
Finalmente, da con el baño. Quiere guardar su bolso en el casillero, pero no tiene cien pesos. Le pregunta a la mesera si tiene monedas para cambiar por un billete. Él sonríe, ella, no.
Parado frente al urinario se da cuenta que hay más gente alrededor. Se siente observado, intenta orinar y no puede. Cae una gotita de su pene, dos gotitas, desiste, no sale nada más.

2

En la mesa, el practicante pide un cortado grande. Escucha a una chiquilla, en otra mesa, hablar por teléfono. La niña habla de ahorrar, que quiere comprar un departamento, que planea viajar en vacaciones, que está contenta con su trabajo, pero le gustaría ganar un poco más, que el yoga pilates le hace bien, pero quisiera bajar más de peso para verse bien en el verano, es importante ahorrar, comunica de nuevo esa idea, va a comprar un auto, se despide con esa certeza.
Probablemente la niña nunca vio Trainspotting, probablemente, si la vio, no le gustó. Al practicante le gustó mucho Trainspotting, quizás, demasiado. Cada vez que sale de su casa, el practicante escucha en su cabeza, Lust for life, aunque solo esté comprando yogurt y plátanos en la esquina, igual suena Iggy Pop en su cabeza, como si su vida fuera un desenfreno total.
Quizás tendría que escuchar menos el soundtrack de Trainspotting y menos a Luca Prodan y  menos  Leonard Cohen.
Y más de la música que escucha la niña que ahorra. ¿Qué música escucha la gente que considera importante ahorrar? ¿Qué películas emocionan a alguien que hace yoga pilates para verse bien en verano? Probablemente, no sea tan distinta a mí, piensa el practicante, yo igual me sentiría más seguro con un abdomen más tonificado. Probablemente, no sea demasiado tarde para ser normal.
Llega el café, taza no muy grande, líquido tibio, en tres sorbos ya no queda nada. El practicante sigue con sed, sigue con hambre. Hunde las manos en los bolsillos, pero solo encuentra papeles con moco. Quizás, si escuchara otra música ahora tendría plata para comprar algo de comer. Quizás, si viera otras películas sería otra persona. Pero cómo dejar de escuchar el Perdedores Hermosos, si Luca Prodan se convierte en uno de tus mejores amigos, no lo puedes abandonar  tan fácil, si la voz de Leonard Cohen le hace bien a tu espíritu por la noche, ya no lo puedes dejar atrás, la suerte está echada. “Estrechez de Corazón” no se convierte en un himno por casualidad y Youtube no te ofrece canciones de Johnny Cash por accidente, sino porque  escuchas Folsom Prison Blues como un obseso.

3

El practicante anda con un libro, mientras espera el café, lee la contratapa: “Los breviarios del Fondo de Cultura Económica constituyen la base de una biblioteca que lleva la universidad al hogar, poniendo al alcance del hombre o la mujer no especializados los grandes temas del conocimiento moderno”.
La idea de llevar la universidad al hogar, fascina al practicante, quien se ve como un hombre no especializado que necesita conocer los grandes temas modernos. Siente que el Fondo de Cultura Económica pensó en él, los breviarios le pertenecen, probablemente, le terminen regalando toda la colección de breviarios algún día. La idea reconforta su corazón.

El practicante se acerca a la caja y extiende unas monedas que encuentra en su bolsillo. Son 1300 pesos, dice la niña. El practicante se queda mirándola, le gusta el flequillo de la chiquilla, se pregunta si será ramonera o rolinga, pero luego recuerda que, al igual que el peronismo, eso solo existe en Argentina. La niña repite la suma que el practicante debe cancelar, suma que no coincide con los doscientos pesos que acaba de entregar.  El practicante sigue observando a la chiquilla, chiquilla que empieza a perder la paciencia. La niña le gusta, el practicante, después de mucho cavilar, llega a esa conclusión. Pero algo perturba su frágil estado emocional, por qué todas las niñas que atraen su atención se parecen tanto entre sí, esa idea lo apuñala cual cuchillada en el hígado. Se siente atado a un solo destino, se ve transportado a un balcón frente al abismo. Sí, está claro que me atrae, pero por qué, el practicante no tiene respuestas satisfactorias. La gente del local se enoja, alguien comenta que, al parecer, el practicante está drogado. El practicante se pone nervioso, al sacar el resto de las monedas, algunas caen al suelo. Sí, está drogado, dice la niña de la caja a su colega.

El practicante toma su libro y se retira, algo avergonzado, espera, sinceramente, que Los Breviarios del Fondo de Cultura Económica sean una biblioteca de orientación y consulta con respecto a la cultura de nuestro tiempo. El practicante así lo requiere.  

domingo, 22 de noviembre de 2015

La instalación infinita

1
Al final de un día
dedicado exclusivamente a escuchar “Esas mañanas”
de Jorge González
sabes que tienes que salir de tu casa
cuando llegue la noche.
No quieres estar solo
en tu pieza iluminada por la luz del computador
mientras en Youtube
suena “Esas mañanas”.
Navegué por la internet
sin vela ni astrolabio
miraba perfiles de completos desconocidos
me paseaba por matrimonios y cumpleaños
veladas inolvidables
camaradería
grato ambiente
feliz fin de semana
pero recordé que nadie cuelga en la muralla
ojos morados y cuchilladas
recordé que en la mesa de centro
no expones tus dientes rotos.
Mientras me dejaba llevar
por la internet
recordé que nadie enmarca
las manchas de vomito en la pared del living,
recordé que no se le ofrece once a las visitas
en platos trizados
recordé que las tazas sin oreja
y las cucharas dobladas
no se muestran,
se guardan para uno.
Me dejaba llevar por la internet
virtualmente me paseaba por cientos de eventos
que ofrece la noche santiaguina
hasta que di con una exposición de unos artistas
que incluía performance
más instalación
más música en vivo
y la posibilidad de llevar tu propio bebestible.
Indiqué que me interesaba.
Dejé constancia de mi interés.
La internet te ofrece la opción de ser un hombre interesado
y dar a conocer al mundo tu interés
lo que de alguna retorcida manera
te vuelve interesante.
Pasas de estar interesado
a ser interesante.
Gracias internet
por tanto.
2
Después de mucho caminar
y perderse por calles
diagonales
perpendiculares
y paralelas
con Vladimiro
logramos dar con el local
que más que un local es una casa.
A veces
aparece entre los artistas del lugar
un hombre mayor con un tiesto con ropa.
Otras veces
una señora ya mayor
se pasea en bata de dormir y pantuflas.
Con ambos adultos mayores
me encuentro en diferentes partes de la casa.
Al principio
pienso que es parte de la instalación
pero luego
concluyo que el artista organizó la exposición en la casa de sus padres.
La instalación
es una cama deshecha
frente a un cuadro negro con un punto rojo al centro.
Nos paseamos por la pieza
nos miramos
en silencio
con Vladimiro.
Intentamos comprender la propuesta artística
pero fracasamos
no entendemos nada.
Salimos de la pieza
luego, más borrachos
volvemos a entrar
observamos nuevamente la instalación
y nuevamente fracasamos
nuevamente no entendemos el arte contemporáneo
probablemente
no entendamos el arte en general.
Un grupo toca al fondo
en el patio interior
música bien Sigur Rós
la baterista balbucea sílabas
emite sonidos con la boca
mugidos
y por momentos
maullidos.
No hay subtítulos en ninguna parte
sé que no hay
porque pregunto a la organización:
¿Dónde están los subtítulos?
¿Perdón?, me responden
Los subtítulos, insisto yo
¿Dónde proyectan los subtítulos?
Pero por respuesta
recibo pura indiferencia
Yo diría desprecio, también
y por qué no
odio.
3
Vagamos
sin rumbo fijo
por la casa.
Los dueños de casa
tampoco
parecen encontrar su lugar.
Volvemos a la pieza de la instalación
está vacía
la gente está en el patio
nos fijamos que en la esquina había una repisa
y la repisa tiene libros
de autores que nos gustan
libros que queremos tener hace tiempo.
Nos miramos con Vladimiro
Metemos bajo nuestras ropas
libros de Bolaño y Bukowski
y por qué no un Teillier
y esta edición de Una temporada en el infierno está muy bonita
y este Historia del ojo tiene lindas ilustraciones
y salimos de la pieza mucho más gordos de lo que entramos
evidentemente más voluminosos
por suerte afuera están todos drogados.
4
Hay que irse
estoy muy nervioso
con las manos en los bolsillos de la chaqueta
sujeto los libros
para que no se caigan
pero siento que no paso piola
aunque todos están muy bolados
pienso
para tranquilizarme
pero no funciona
siento que me miran raro
todos se conocen
deben ser compañeros
de alguna escuela de arte
es como un carrete de curso
hay que irse.
Pero a Vladimiro le ofrecen marihuana
nos quedamos
compartimos un pito con los muchachos
el artista es consultado por su obra
por dos guapas chiquillas.
El artista responde:
“En verdad, soy de la idea de que el espectador es quien completa la obra”.
 Las niñas asienten con la cabeza
serias
respetuosas
y por qué no
también
coquetas.
Yo tengo rabia
no sé por qué
y tengo envidia, también
además, ya está dicho, estoy cagado de miedo.
Tengo rabia porque la instalación me pareció una mierda
Tengo envidia porque me encantaría
hacer arte de mierda y exponer mi arte de mierda
y que las niñas me preguntaran por mi arte de mierda
y yo dar respuestas de mierda.
Y tengo miedo que los libros se me suelten
se me escapen
porque se están resbalando
lo puedo sentir.
Cae uno al suelo
el Factotum
y al ver a Bukowski en el suelo
se me caen todos
pero los demás todavía no se dan cuenta
hasta que escuchan el sonido
de Los Detectives Salvajes
que por el tamaño mete mucho ruido
al chocar contra el piso
por muy drogada que esté la concurrencia
 el sonido de Los Detectives Salvajes te despierta.

 5
Retrocedemos
yo me intento explicar
sin buenos resultados.
“Ellos escribieron para gente como nosotros
no para ustedes”
Avanzamos hacia la puerta
“Ellos escribieron pensando en un tipo como Vladimiro”
pero mírenlo, “él es  Mario Santiago Papasquiaro”
Cómo no entienden eso
Entiendan algo
 “Él es Ulises Lima y yo soy Belano”
les digo
yo soy Rimbaud
no ustedes.
 La puerta se cierra
en nuestra cara.



jueves, 19 de noviembre de 2015

2015: A pedagógico Odyssey

El amanecer del bloguero.
¿De dónde vinieron los centinelas?
Camino de la Torre Entel al Costanera Center
y de la Torre Movistar al Obelisco,
¿quién necesita la sombra de los monolitos?
Tomo la micro en el Portal Ñuñoa,
micro que finaliza su recorrido a metros del Portal Lyon,
espero en los paraderos
la hora en que el sol aparece detrás de los obeliscos.
Las ganas de cagar, también vienen, lentamente,
mi organismo se inquieta ante la presencia de los centinelas,
si tienen algo que decir, háganlo, hablen,
centinelas, monolitos y obeliscos,
tengo problemas para leer entre líneas
y demoro días en descifrar las indirectas.
¿Podremos escapar del abismo solo con mirar el cielo?

Misión Quiosco Rojo.

Se rumoreaba que mi profesor guía me buscaba.
Castillo me dijo: Oiga dé la cara,
Armando preguntó por usted.
Se rumoreaba que se esperaba un avance de mi tesis
a la brevedad.
Me asusté.
Avance, tesis, profesor guía. De dicha triada, nada bueno puede salir.
Mi plan era el siguiente: dejar que Castillo hable,
Castillo, que nada tiene que ver con la tesis,
hablaría con Armando
yo al lado, espero en silencio, a la sombra de los obeliscos,
Armando hablaría con Castillo de Fútbol, actualidad nacional e internacional,
Armando hablaría del mismo y, un poco menos, de Castillo.
La hora pasaría volando para Armando hablando de Armando
y cuando se reparara en mi presencia, siempre difusa,
ya sería muy tarde. Armando tiene que dar otra clase
y la conversación sobre la tesis se posterga,
el avance de tesis, muere junto con el atardecer en el horizonte.
Pero Castillo no llega a la hora convenida,
se quedó dormido.
Por suerte soy bloguero,  
siempre tengo un plan b: entrar al Pedagógico,
preguntar por Armando a gente estratégicamente elegida,
gente que no sepa dónde ubicar a Armando,
no encontrar a Armando y escapar.
Pero Armando tuvo una genial ocurrencia,
impartir la última clase de la mañana afuera
y me encuentro con Armando en la plaza de Castellano.
No hay vuelta atrás, hicimos contacto visual y camino en un puente sobre el abismo.
Acompáñame al quiosco, me dice Armando
y lo sigo, obediente, con la sensación de ser un paciente
rumbo a la sala de operaciones.

El quiosco infinito.

En el quiosco rojo, probablemente,
pasé más tiempo que en cualquier otro lugar
de la Universidad.
Resumen de mi vida académica:
mirar gente pasar desde una silla del quiosco
durante horas
día tras día
por años.
Hoy me afeité,
Utilizo el bigote que se suele ver en la Universidad
y ando con una chaqueta de mezclilla, modelo clásico,
que según yo, me hace ver normal.
Pretendo verme como un hombre que sabe lo que hace
y acepto el café que me ofrece Armando,
le echo dos de azúcar y lo revuelvo,
cuido de no derramar nada en la mesa,
miro a los ojos
me rasco la barbilla
sonrío de vez en cuando.
Intento verme como un académico,
sonar y pensar como alguien racional es más difícil,
pero logro articular algunos monosílabos
palabras clave,
digo cosas como, fenomenología, qué nunca supe lo que es
cito películas de Kubrick que no he visto
y libros de  Nietzsche que nunca leí.
He llegado al pináculo de mi evolución como estudiante
y solo tengo paja en la cabeza.
Armando intenta explicarme algo,
 habla sobre el marco teórico y la metodología.
Yo sonrío,
cada tanto me rasco la barbilla
y miro a los ojos
cuando es necesario.
Hace tiempo que no retengo nada de lo que me dicen
y mi mente tiene por costumbre dejarme solo
para mandarse a cambiar a lugares lejanos.
“Somos hombres huecos
apoyándonos unos con otros
 nuestras voces secas, cuando
susurramos juntos
son suaves y sin sentido…
entre la idea
y la realidad
entre el movimiento
y el acto
la sombra cae…
así es como el mundo acaba
así es como el mundo acaba
así es como el mundo acaba
no con una explosión sino con un gemido”
¿Qué lugar tiene T.S Elliot en todo esto?
¿Los Hombres Huecos van en el marco teórico
o en la metodología?



miércoles, 11 de noviembre de 2015

Renovación de beneficios

¿Esa es tu camisa favorita?, pregunta Belén. Es mi única camisa, así que sí, supongo que eso la convierte en mi favorita, de manera indiscutida, respondo. Belén me mira triste, América me mira triste, Castillo prefiere mirar el suelo, yo sonrío, ofrezco una sonrisa idiota, como diciendo, no pasa nada, todo está bien, se puede vivir con una sola muda de ropa. La idea era pasar un momento agradable en cineplanet y terminé generando un momento incómodo gratuitamente. Tengo talento para eso, dar pena debiera ser una habilidad más cotizada y ser un miserable, un trabajo con alta demanda en el mercado laboral. 
“Como cada año damos comienzo al proceso de Renovación de Beneficios para el año 2016”, me avisa la página de inicio del pedagógico. Tengo Beca Vocación de Profesor, pero no sé hasta cuándo, se supone que duraba 5 años y ya voy en el quinto. “Indique el promedio mensual de los meses de Junio, Julio y Agosto 2015. Escriba los valores sin el signo $ y sin puntos Ej: 120000”, en esta parte el formulario me pide que anote cuánto gano, cuánto genero, cuánto valgo en plata, yo pongo “0” en los espacios en blanco, mi sueldo asciende a la suma de nada, promedio mensual, nada, mi aporte al grupo familiar, un espacio vacío.
La acreditación y el formulario son bestias que acechan a medianoche. ¿Qué tengo que acreditar?, que me rompieron el corazón, otra vez y otra vez una mujer que ya está muerta. Me paso las tardes maniatado emocionalmente por Emily Dickinson y Amy Winehouse, quién responde por eso, ¿el Ministerio de Salud?, no, ¿el Ministerio de Educación?, menos.
Mi único refugio es cineplanet, hogar de las malas películas, sitio ideal para mí que soy un pésimo espectador. ¿Tengo que acreditar eso también, que tengo mal gusto, que lloré con el Pasante de moda, la última película de Robert De Niro y la última de Tom Hanks, Puente de espías o algo así? ¿En que parte del formulario escribo que cada vez que veo a Tom Hanks echo de menos al Teniente Dan desafiando a Dios en medio de la tormenta arriba del barco camaronero?
¿Qué escribo en el formulario y qué, no? ¿Qué mi corte de cabello me hace tropezar? Está muy largo adelante, cae por la frente sobre mis ojos hasta mi boca, no veo ni una mierda, pero creo verme sexy, o, por lo menos, misterioso. ¿Pongo eso en el formulario? En esta vida no gano dinero y me tropiezo al final de todas las veredas y al comienzo de todas las escaleras porque mi corte de pelo obstaculiza mi visión, ya mermada por la miopía, pero me siento como un integrante más de Jesus and Mary Chain y eso me sube la autoestima, motivo suficiente para seguir cayendo al suelo en cada nuevo desnivel del piso, por favor, renuéveme la beca, lo merezco, el país me lo debe.
Oh, Secretaría de Bienestar Estudiantil, ¿qué quieres de mí?, ¿estás ahí?, ¿me escuchas? Certifico que mi único oficio es caminar por Santiago a las 7 de la tarde, hora en que todo se pone un poco the walking dead. Camino en dirección al Costanera Center, los habitantes de la ciudad salen del trabajo y vienen hacia mí, bajando por Providencia. Me dejo atropellar por las bicicletas y no rehúyo los empujones, agradezco de manera sincera, sin asomo de ironía ni malicia cada uno de los codazos que recibo, mientras, escucho sus conversaciones. “El que come callado come dos veces, ¿o no?”, “hay que saber hacerla, ¿o no?”, “de ese zapallo come una familia completa, ¿o no?”, sigo a la manada de cerca, escucho diálogos de gente cansada, por lo mismo los referentes deben ser conocidos por todos, comentar una cacha con los colegas, imaginaria o real, parece ser un ejercicio saludable, un alivio, de alguna manera vuelven a la vida, después de morir un poquito durante el día.
¿Qué quieres que confiese, oh Secretaría de Bienestar Estudiantil? Esta ciudad me conoce bien, pregúntale a ella. Santiago me habla, voy a una tienda y en la puerta dice tire, empuje, escape, suba o baje, por un momento sé lo que tengo que hacer y donde ir, la ciudad me lo dice, me va guiando. Yo no elijo el camino, los semáforos me indican que rumbo seguir. Si me da frío me detengo en las rejillas del metro, espero que suba el aire caliente del subsuelo, mientras leo la publicidad en los paraderos, Claudio Palma me sonríe, “Nunca es tarde”, dice el afiche. El aire caliente sube por la rejilla, Palma se ríe junto a sus colegas, Nunca es tarde, dice la publicidad, ¿habrá un significado escondido en todo esto?, ¿qué mierda me quiere decir esta ciudad?, probablemente, nada.

Secretaría de Bienestar Estudiantil, oh, dulce y joven amiga, ¿qué quieres saber? Hoy declaro  que invierto la mayor parte de mi tiempo en seguir a gente que no conozco por la calle. Las mujeres agarran con fuerza sus carteras y los hombres abrazan sus maletines cuando perciben una sombra que se acerca, me emociona profundamente saber que mis contemporáneos todavía tienen algo a lo que aferrarse, aunque solo sean carteras y maletines. Apuro el paso, alcanzo la misma velocidad que un transeúnte y camino a su lado. El parece dar un salto en dirección a la calle, cambia su mochila de la espalda al pecho y la acaricia como a una guagua, como tranquilizándola. Mi contemporáneo me mira con el ceño fruncido, parece decir, “¿a ti qué mierda te pasa?, ¿qué estás buscando?”. Yo lo miro y levanto las cejas, como diciendo, “amigo, no tengo idea”.