El paño de la cocina está muy mojado siempre. El secado de
loza se dificulta en demasía y si no seco la loza es imposible seguir lavando.
En mi casa yo lavo la loza, tarea que se me adjudicó sin mayor análisis ni
discusión. Mi problema no es tanto el lavado como el secado. Con el pañito tan
mojado la terea del secado se vuelve un imposible, una utopía y como toda
utopía, una quimera de los más dolorosa.
El pañito de la loza en invierno es heladísimo. Como está
mojado, siempre.
El pañito de la loza no siempre es un pañito, a veces, hay
dos. Dos pañitos. La idea es que no se moje tanto el pañito oficial de la loza.
El pañito oficial está arriba de la tapa de la cocina, el de reserva colgado de
la puerta del horno. Ambos terminan muy mojados al final del día y en vez de
tener un pañito asqueroso, mojado y frío, terminamos con dos pañitos
asquerosos. Demás está decir que ninguno seca provocando la desesperación de
este humilde servidor.
Pensé en no lavar la loza el día de hoy mas me arrepentí y
retracté y tiré el poto pa las moras en el acto. Es incómodo operar en la
cocina, una cocina pequeña como es la que tenemos, con rumas de loza por
diferentes partes.
Sacrifiqué mis manitas y la fría humedad del pañito invernal
de la cocina heló mis huesos y mi sangre y mi corazón y mis sueños, pero la
casa está limpia.
Madre, la casa está limpia.