Me
preocupa mi polola, ella trabaja en una librería en Providencia, el local
parece que se inundó, le informo al colega Enzo. Pero si usted no está
pololeando, me contesta él, no basta con que te guste una chiquilla para
pololear con ella, hay que hablar con ella y salir con ella y pedirle pololeo a
ella y después puedes decir que estás pololeando con ella, agrega el colega,
con vehemencia, quizás, con desesperación. ¿Estás seguro?, pregunto yo. Sí,
responde él.
Pero
si voy a la librería casi todos los días, durante meses, probablemente, años y
de tanto ir al lugar de trabajo y escuchar las conversaciones que mantiene con
otra gente termino por saber los gustos de la chiquilla y sus problemas
familiares y sus gustos musicales y sus ideas políticas y sus preferencias
éticas y estéticas y me angustio con las angustias de la chiquilla y me alegro
con las alegrías de la chiquilla, yo creo que de alguna manera tengo una
relación con ella, yo creo que esa relación es amor, yo creo que es mi polola.
No, me dice el colega Enzo, así no funciona la hueá, agrega él, con una
seguridad que se siente como una cuchillada.
Otra
cosa que me inquieta es que se inundó un hospital, le digo al colega Enzo. Pero
si tú no tienes Isapre y ni siquiera tienes Fonasa, me dice el colega Enzo, a
ti no te dejarían pasar ni a la recepción del hospital, agrega él.
Y
la autopista, inutilizable quizás hasta cuándo, le digo yo. Pero si tú no
tienes auto, me dice él.
En
realidad, lo que más me preocupa es mi departamento, le digo yo. Pero si tú
vives de allegado, si no tienes dónde caerte muerto, me dice él.
Es
verdad, es que siempre se me olvida, le digo yo. Suele pasar, me dice él.