Practicante en acción

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jueves, 31 de diciembre de 2015

Cuántos se han ido ya

“Tu mamá es tan vieja que hasta el pichí le sale arrugado”, dice el humorista a su compañero, quien responde, “y la tuya es tan vieja que se tira un peo y salen murciélagos”. Es año nuevo y me paseo por los canales de televisión abierta, iniciativa siempre arriesgada, sobretodo en esta fecha. Caigo en Kike Morandé, el programa hace un repaso de sus últimas 15 fiestas de año nuevo. Toda la gente hace el conteo clásico, 10, 9, 8…1, ¡Feliz año nuevo!, grita Morandé y todas las modelos lo abrazan, se ve el poto de las chiquillas muy cerca de la cámara y la cara de kike Morandé al fondo sonriente, con una botella tirando espuma en la mano, finalmente, empieza la música, “un año más que se va…”, luego todo de nuevo, pero al año siguiente, el conteo, Morandé gritando, las chiquillas abrazándolo, potos, tetas, Willy Sabor y “un año más que se va…”, veo esa secuencia repetida 15 veces seguidas y siento que algo pasa en mi interior, algo me duele, una herida se abre, algo sangra, mi alma, quizás.  
Estoy solo en el living, mi mamá se fue a acostar, mi hermana, también, todas las luces están apagadas, pero la televisión permanece encendida.
“Un año más, que se va,
un año más, cuántos se han ido.
Un año más, que más da,
cuántos se han ido ya”
En el 13 pasan una presentación antigua de Tommy Rey en Viña. Frases como “que más da” o “cuántos se han ido ya”, no son nada alegres. Y después no cambia mucho la canción, Tommy sigue martillando con ideas bien oscuras:
“Un año más, qué más da,
si has gozado también has sufrido,
si has llorado también has reído,
Un año más, qué más da,
cuántos se han ido ya”
Puede que Un año más sea la canción más triste jamás escrita en Chile, uno la baila sonriendo en matrimonios y fiestas de fin de año, pero si te detienes un poco en la letra resulta evidente que la persona que la escribió no lo estaba pasando muy bien, esa persona, probablemente, odiaba los años nuevos. Es curioso eso, que la canción ícono del hueveo en Chile esté compuesta en base a una dosis letal de ironía y cinismo.
Apago la televisión, que esta vez me dejó en un estado de profunda melancolía. Por suerte, en la mesa me espera un pack de libros, de esos que le suben el ánimo a cualquiera. Empiezo por Trópico de Capricornio, “No había nada que deseara hacer que no pudiese igualmente dejar de hacer. Incluso de niño, cuando no me faltaba nada, deseaba morir: quería rendirme porque luchar carecía de sentido para mí”. Puede que Henry Miller no sea la mejor opción esta vez, la televisión abierta me dejó algo dañado, ando un poco frágil, necesito algo más liviano. Tomo otro libro al azar, El Arte y La Muerte de Artaud, “¿Quién en el seno de ciertas angustias, en el fondo de algunos sueños, no conoció la muerte como una sensación destructora y maravillosa con la que nada puede compararse en el orden del espíritu? Esa angustia que se acerca y se aleja, cada vez más grande, cada vez más pesada… una suerte de ventosa pegada al alma, cuya aspereza corre hasta los últimos límites de lo sensible. Y el alma ni siquiera posee el recurso de quebrarse… La muerte no se satisface con tanta facilidad”. Pensándolo mejor, es posible que Artaud tampoco sea opción esta noche.
Quizás, lo mejor sea seguir el ejemplo de mi madre y acostarse temprano porque después de los fuegos artificiales mi casa vuelve a quedar oscura y en la calle solo se ve la luz de las sirenas de los pacos que pasan cada tanto y el único sonido que escucho es el de un bajo muy lejano y un coro de voces cantando Un año más, mientras me lavo los dientes, un año más, mientras me pongo pijama, un año más, mientras me meto a la cama.  


miércoles, 30 de diciembre de 2015

La resa dei conti

“Donde la vida no tenía valor, la muerte, a veces, tenía un precio”, la frase es de la película Por unos cuantos dólares más, pero se puede aplicar a cualquier esfera de la vida, podría estar escrita en la entrada de cualquier hospital o establecimiento de educación en Chile y a uno le haría sentido, Sergio Leone trasciende a la esfera pública y privada chilena y Ennio Morricone, subyace. Morricone escribió una canción que se llama La resa dei conti, empieza con la melodía de un reloj, no sé si exista en la realidad, pero en la película, Eastwood abría el reloj y empezaba a sonar una musiquilla deliciosa antes del duelo final, es de esperar, que mis seres queridos pongan esa canción en mi funeral, mientras desciende el ataúd hacia el fondo del agujero.
Hoy en la mañana, caminaba por las calles solitarias de Concepción y la música de Morricone vino a mi mente. Tenía miedo, todavía no estaba del todo claro, entre seis y seis y media todo está un poco en penumbras. Una persona apareció de entre los matorrales y al verme volvió a esconderse en las matas, los arbustos se movían mucho, luego, salió otra persona y después otro más y yo apuraba el paso por las calles que rodean la Universidad de Concepción hasta llegar a la Plaza Perú, donde otros borrachos que no conocía me saludaban con entusiasmo, pero yo no quería hacer contacto visual con nadie, todo me parecía una amenza.
Normalmente, soy algo cobarde si se trata de andar solo cuando todo está oscuro en la ciudad, pero ahora estaba más cagado de miedo porque acababa de ver The Revenant, la última de DiCaprio y en la calle, cada momento parecía el último de mi vida, por eso invoqué a Morricone en mi cabeza, si voy a morir, que sea con La resa dei conti. The Revenant es un western y a mí los western me deliran, esas planicies infinitas rodeadas de montañas, cimas o balcones desde donde se puede mirar el abismo, me encanta eso, vaqueros perdidos en el desierto, sin planes para el futuro, con un pasado olvidable, intentando sobrevivir con lo mínimo, me encanta eso, gente que ya no tiene nada que perder, que no le teme ni a la muerte ni al dolor, buscando venganza en memoria de algún ser amado, me encanta eso.  
La película de  González Iñárritu tiene todo lo que se espera de un wetern, pero además, osos grizzly. A mí, desde que vi Grizzly Man, documental que sigue la vida de un amante de los osos que termina siendo devorado por uno y encontrado tiempo después dentro del estómago de uno de los animales que tanto quería, me encanta esa imagen, los osos grizzly me deliran tanto como los western, así que podemos decir que González Iñárritu unió lo mejor de dos mundos.
Recomiendo ver The Revenant al borde de algo, a mí me tocó verla al borde de la cama, me gusta pasar al baño antes de una película y al volver a la pieza Mochini, Maureen y Pacha ya habían tomado posición en el respaldo, me acomodé en una esquina, como un gato a los pies de pacha, estaba como cayéndome, con los pies casi en el suelo, la mitad de mi cuerpo se balanceaba en el vacío, creo que esto ayudó a percibir de mejor manera el film. Otra cosa que ayudó fue tener las patas de pacha al lado de la cara, cada tanto, pacha se refregaba las patas, una contra la otra y salía un olor que ambientaba de buena manera el espíritu salvaje de la película. A tenerlo presente, entonces, a la hora de ver el film, patas de pacha al lado de la cara y estar al borde de la nada.
Vaticino un oscar para DiCaprio.


sábado, 26 de diciembre de 2015

Cantos de experiencia


Di la última Prueba de Aptitud Académica de la historia. Me fue pésimo, pero estoy seguro que era el mejor vestido, por lo menos, de mi sala. Zapatillas rojas, pantalón de tela negro y polerón de buzo ajustadísimo, como los que ocupaba Damon Albarn en el tiempo de Parklife, en mi mente yo era Renton y dar la PAA, una escena más de Trainspotting, sentía que había llegado a un acuerdo con el mundo real. Aunque probablemente no me veía tan bien como pensé, siempre he sido flaco, pero con guata, como esos perros vagabundos con parásitos, así que probablemente solo parecía un hombre embarazado, pero un embarazado con estilo, espero.  
5 años después, mientras trabajaba de junior en un sello musical y le ofrecía café a Cristóbal Briceño y Claudio Valenzuela y Florcita Motuda y Javiera Parra y otros muchos músicos, cuyos nombres no recuerdo, es posible que nadie los recuerde, pero espero que sigan escribiendo canciones, aunque sea en su pieza, el punto es que yo servía café y estudiaba para la PSU y en mi mente era Chinaski y todos los días de mi vida eran un capítulo más del Factotum de Bukowski. Mi pieza no tenía ventanas y el tubo fluorescente hacía un ruido parecido al de un refrigerador, al final del día, prefería prescindir de todo tipo de luz en la pieza de esa pensión en que los guarenes se asomaban por las rendijas del baño, era como leer a Bukowski en 3D, nunca me pareció tan difuso el límite entre ficción y realidad.
Me preparé en el Preu popular de la Chile, cuestión que me incomodó un poco porque no calzaba con la línea narrativa de Factotum, pero ya no quería seguir viviendo en esa pensión de mierda, ya no quería leer a Bukowski en 3D, quería volver a mi casa como un héroe y comer tres veces al día y ver la telenovela de la tarde en invierno. Para mi sorpresa, me fue bien en la PSU y como estaba leyendo Educación Sentimental y Crimen y Castigo, novelas cuyos protagonistas son estudiantes de derecho, ingresé a derecho, no fue la mejor idea que pude tener, pensé en el suicidio alguna vez, por suerte, no es mi estilo. Pero mientras leía Educación Sentimental y me paseaba por la escuela de derecho sentía que yo era Federico y a la vez Flaubert y también Raskólnikov y alguna vez sentí que podía acceder al corazón de Dostoyevski, claro que en los exámenes finales el mundo real se olvidaba de nuestro acuerdo personal y me preguntaban artículos de códigos, incisos, párrafos de leyes y ese tipo de mierdas que nada tenían que ver ni con Flaubert ni con Dostoyevski, no me quedó otra que salir arrancando, no me dejaron otra opción.
Me preparé para la PSU de nuevo, esta vez, en soledad. Me hice fan de   Breaking Bad, también vi Escuela de Rock y de inmediato me sentí como Jack Black, no hay nada más que pensar, me dije, nada que decidir, yo nací para este oficio, ser profesor es lo más cool del mundo. Voy a ser el  Axl Rose, de la pedagogía, creo que eso fue lo que pensé cuando me matriculé en la UMCE.

Lo que quiero decir con esto, si es que hay algo que quiero decir con todo esto, cuestión de la que no estoy muy seguro, es que elijan bien el libro que van a leer al momento de matricularse en la universidad porque la decisión de separar realidad y ficción en este mundo es por decirlo menos, arbitraria.

martes, 22 de diciembre de 2015

Líderes jóvenes

La revista Sábado de El Mercurio eligió a los 100 jóvenes líderes del país, curiosamente, yo no estoy. Me busqué varias veces, tiene que haber un error, pensaba, mientras cambiaba de página y veía con estupor que mi nombre no aparecía en ninguna parte.
“Todos, antes de cumplir los 35 años, han impactado en su entorno, con un idea en común: mejorar Chile”, encajo perfectamente con el criterio que señala la revista, ¿por qué no se me consideró?, le pregunto a mi madre con un nudo en la garganta, mi madre se encoje de hombros. Es el pago de Chile, pienso, después de un penoso cavilar y un escalofrío recorre mi espina dorsal.
“Los buscamos en todo Chile y en todas las profesiones y actividades. Entre ellos, hay científicos, emprendedores, políticos, deportistas y artistas”. Señores periodistas, lamento informar que no buscaron bien, ya que mi humilde persona es tranversal a todos los oficios. En la ciencia, por ejemplo, no, mal ejemplo, en la ciencia no he hecho mucho. En política, tampoco. En el deporte, nada. En el arte, ARTE, ¿de qué hablamos cuando hablamos de arte? Díficil saberlo, quizás, peligroso.
Aun así, en mi barrio, se me considera un líder. Hoy pasó el camión de la Coca Cola frente a mi casa, en mi natal Hualpén, andaba repartiendo dulces, fui junto a un montón de niños a reclamar lo que era nuestro, pero el camión al ver la turba que se acercaba aceleró, yo, valientemente y, por qué no decirlo, estúpidamente, me puse al frente con los brazos extendidos al cielo, como diciendo, por acá no pasarás. El camión se vio obligado, por mi arrojo y coraje, a repartirnos dulces para alegría de todos los niños y para mi delirio personal porque el chocolate es mi pasión, no hacerlo ni trabajar en el área de la confitería ni emprender en el rubro del chocolate, lo mío es consumirlo, ojalá, gratis.
Y así, podría seguir desarrollando mi perfil de líder, tengo muchas habilidades, casi todas relacionadas con el consumo de chocolate. Hoy mi mamá compró un Sahne Nuss, con el objetivo de compartirlo en navidad, pero yo logré que lo abriera antes, solo mirándola con ojos muy abiertos y mi cabeza ladeada, como la gata Alondra me ha enseñado que se mira cuando uno quiere conseguir algo valiéndose de la lástima de los demás.
Solo quería comunicar a través de este medio que si bien no estoy en la lista de los 100 jóvenes líderes del 2015, yo seguiré echándome este país al hombro este año y los venideros, porque soy bloguero y amo mi patria: Gracias Chile.  


domingo, 20 de diciembre de 2015

Música de baño de mall

Bien Gilmour, toca bonito el hombre, es lo que yo denomino música de supermercado o de baño de mall, es decir, se siente bien lavarse los dientes escuchando Money o cagar con Us and Them, rico, relajante, sublime, pero para el baño, dentro de todos los artistas de música de baño de mall, Gilmour es mi favorito.
Bien Gilmour, pero mucho frío, eso sí, para Waters no hacía tanto frío y en Waters no había tanta reja que pasar al entrar al estadio y en Waters se escuchaba mejor y en Waters se veía mejor y en Waters los sanguchitos eran más ricos y en Waters me sonrió una niña en galería y hoy no me sonrió nadie.
Bien Gilmour, pero se nota que no le gusta The Clash, es probable que los conozca y los haya escuchado, pero no lo suficiente.
Bien Gilmour, pero en realidad nunca me gustó Pink Floyd.
Bien Gilmour, pero para ser sincero, su carrera solista nunca me convenció.

Bien Gilmour, pero hay algo que me perturba y es que tuvo la oportunidad de tocar con Syd Barrett, producir a Syd Barrett, ser amigo de Syd Barrett, aun así creo que no tomó nada de Syd Barrett. Tocó Astronomy Domine, se agradece y Shine On You Crazy Diamond, la raja, conmovedor, pero los abismos de Barrett, el error, la valentía, el salto al vacío, hoy no vi nada de eso, hoy vi a un buen funcionario trabajando, un profesional que ensaya mucho para evitar justamente eso, la caída, caída que Barrett representaba, caída que Barrett vivía, arte y muerte, Barrett, falta más Barrett, quiero más Barret y menos Gilmuor. 
Arte y Muerte: Barrett. Faltó más de eso.

viernes, 11 de diciembre de 2015

Mi bohemia o toma nota Aznavour

¿A qué viene Enzo Ronda a Santiago?
No sé, quizás, a disfrazarse de Hombre Araña
nunca hay suficientes hombres araña en los semáforos.
¿A qué viene Mochito a Santiago?
A tocar flauta dulce en el metro
probablemente
yo me disfrazaré también de Hombre Araña
y bailemos con Enzo Ronda las melodías de Mochito.
¿Qué fue de los sureños en la capital?
Con Vladimiro caminamos mucho
casi tanto como en Concepción,
por la alameda las micros pasan toda la noche
y te puedes subir gratis
lo que facilita las cosas.
En Santiago vemos bandas de Concepción
y nos juntamos a tomar cerveza con gente de Concepción
y hablamos de gente que aún vive en Concepción
pero, principalmente, en Santiago
los sureños caminamos.
Vamos a locales
a los que se entra tocando portones o ventanas cerradas
locales que no son locales
locales que más que locales son casas
y más que casas son fachadas ruinosas
grandes galpones que van a dar a sitios eriazos
el tipo de lugar que solo un sureño busca
con el objetivo de hacer rendir su exiguo presupuesto.
¿Qué pretenden los sureños?
¿Por qué borde caminan?
Hay un elástico que estiran
esperando que no se rompa
pero como deseando que algo irrumpa
un ruido
un impulso
algo.
Con los sureños fuimos por una cerveza
pero terminamos en la pista de baile de una discoteca.
Este no es mi estilo, pensaba yo
mucho huevón caliente con la tula pará en la barra
mirando las chiquillas bailar en el centro de la pista
este no es mi estilo
definitivamente
no.
Busco el escape
me encamino hacia la salida
pero antes de llegar
una vieja conocida me arrastra nuevamente adentro.
Bailamos un poco
pero me dice que se siente mal
que la acompañe al baño.
La niña no se ve bien
está muy pálida y se tambalea.
Abro la puerta y subo la tapa del wáter
la tiene arcadas
intento que apunte a la taza
pero insiste en apuntar hacia mí
y vomita en mi camisa, pantalones y zapatillas
tenía la taza del baño al frente
pero por algún motivo eligió mi única tenida de ropa
como receptáculo de su vomito.
Me convierto en agricultor
un agricultor con arcadas
que recoge papitas y choclo de su ropa.
¿Qué fue de los sureños en la capital?
Ahí están
con las zapatillas más pegajosas que ayer
sintiendo el olor a pizza que sube de la camisa
los sureños
esperan subir gratis a la micro en el próximo paradero.
  

  



  

jueves, 10 de diciembre de 2015

La chica que amaba la navidad

Armadillo habla de sus amores, Belén, también. América escucha, yo, igual. Berto parece inquieto, no deja de jugar con su pañuelo, me mira serio, enojado, quizás, ¿por qué nunca hablas de ti?, me pregunta. Todos hemos hablado de nuestras miserias, de lo que vivimos en nuestros trabajos o con nuestras parejas, ¿tú, por qué no hablas?, insiste Berto. ¿Por qué siempre estás como pa’ dentro?, agrega Belén. Habla alguna hueá, se suma Armadillo. Al verme acorralado, América dice que solo soy un poco más introvertido, que me dejen tranquilo. No es un ser humano, es como si todo le fuera indiferente, grita Berto con desesperación.  
Miro el pino navideño del departamento y empiezo a pensar en la chiquilla que amaba la navidad. Ella dice: ay, sí, sí, Diego, Mmm (en un tono agudo, demasiado alto, en mi humilde opinión, que culmina con un gemido ahogado, mientras, me mira con los ojos abiertos, más de lo normal, nunca había sentido esa mirada por parte de otro ser humano, me perturba en demasía). Y sigue gritando y sigue gimiendo y yo siento que mi performance sexual es demasiado mierda para tanta emoción. Mi pene no está totalmente erecto y tengo muchas ganas de cagar, tomé mucho vino, más de una botella, no estoy acostumbrado a eso. Intento conversar algo, cualquier cosa, comunicarme de alguna manera con la chiquilla, ella murmura algo, quiere que me quede a dormir. Me ubico a un lado de la cama, no duermo nada, no entiendo como uno se puede sentir tan solo estando acompañado.
Se habla de parejas y trabajo y yo no tengo ni lo uno ni lo otro, digo como disculpándome. Belén dice que a veces se tropieza con mis fotos en Facebook y ve a una persona que no se gusta a sí misma. La pizza ya está fría, un poco dura y me cuesta masticar, al tragar me atoro, en la mesa todos me miran esperando que yo diga algo, puede que tengas razón, le respondo a Belén. ¿Estás satisfecho en algún aspecto de tu vida?, pregunta Berto. No sé a qué aspectos te refieres, le respondo yo. En el plano sentimental, pregunta él. No, le digo yo. Luego, preguntan por el plano estético, si acaso me agrada mi apariencia, si en el plano académico me siento seguro y si tengo confianza en el futuro. Yo digo que no a todo, que no estoy conforme en ningún sentido. Silencio en la mesa. Pero tienes sentido del humor, eso es importante, me dice América a modo de salvavidas. No, se me atrofió el sentido del humor junto con el sentido del buen gusto, respondo. Lo único que me va quedando es una especie de sentido de la melancolía que he desarrollado de tanto escuchar música en youtube, youtube me conoce, siempre me sugiere buena música, youtube me hace sentir realizado, les comunico a mis camaradas con un dejo de optimismo. Mis camaradas me miran en silencio sin un ápice de complicidad.
Vuelvo caminando a mi casa, todavía siento la pizza atorada en la garganta. Las luces de neón con motivos de fin de año brillan en la oscuridad y yo pienso en la chiquilla que amaba la navidad. Siempre me sentí extraño caminando a su lado, adecuando mi ritmo al suyo, a veces me gusta caminar rápido, como con desesperación, otras veces muy lento y quedarme pegado mirando algo por mucho tiempo, como los pesebres a escala humana que ponen en las iglesias mormonas o en las municipalidades. Mirando pesebres me dan ganas de ser ese niño acostado en su cunita, rodeado por sus padres y animales.

A la chiquilla que amaba la navidad no le gustaban ni los pesebres ni los pinos ni los viejos pascueros ni los renos ni los duendes, por lo tanto, yo nunca supe que amaba la navidad. Hasta que me pilló la navidad en su departamento y al despertar me entregó una bolsa con regalos. Yo no le había comprado nada, pero mentí. Le dije que su regalo estaba en el departamento donde vivía en esa época. Ella insistió en acompañarme a buscarlo. Al llegar al departamento yo no tenía ninguna excusa y me quedé sentado en mi cama mirándola. ¿Y mi regalo?, preguntó ella. No respondí. ¿Olvidaste mi regalo, verdad?, me dijo con los ojos llenos de lágrimas. No, está en otra parte y salí corriendo a comprar algo. Ella quedó llorando en mi pieza. En el centro encontré todas las tiendas cerradas. Volví al departamento sin nada y la chiquilla que amaba la navidad ya se había ido, no quiso saber nada más de mí, pero al menos dejó la bolsa con regalos al lado de mi cama.  

miércoles, 9 de diciembre de 2015

SUR

Me paro frente a la audiencia, intento parecer digno, oh, dignidad, siempre me has sido tan esquiva, oh, maldita elocuencia, por qué no me socorres en mi eterno balbucear. Ubicación, seguridad, encanto, en algún momento me fueron arrebatados los dones para vivir en sociedad, aun así, vivo en sociedad, vivo balbuceando, me caigo, las palabras que salen de mi boca se caen, las últimas sílabas que pronuncio se pierden y nuestra performance se vuelve tan inexacta, tan difusa, tan errática que por momentos pienso que es perfecta, que dimos con algo glorioso, que nací para construir puentes colgantes hacia mis abismos más queridos. Asómense al borde, ¿ven eso?, eso que se parece al continente antártico, es mi mente, ¿y ese otro agujero como el Gran Cañón?, oh, eso es mi corazón, pasen, por favor, bienvenidos a mi alma.
De pie frente al público, tal vez algo encorvado, como cayéndome, como no soportando el peso de mi cabeza, como una rata que busca la húmeda oscuridad, así me presento frente a mis pares y digo: “Bueno, primero informar que Movimiento Urbano Rural cambió de nombre, ahora somos Sentimiento Urbano Rural, con todas las consecuencias que está decisión acarrea para el arte de la banda y, probablemente, para la escena artística nacional”.
El público es en esencia, respetuoso. Nosotros, lo intentamos, queremos demostrar respeto para con el respetable, pero empezamos mal, llegamos 40 minutos tarde, la organización casi cancela nuestro show, pero el público es, en una palabra, comprensivo y en otra, compasivo, porque cuando presento la misma canción dos y hasta tres veces o cuando olvido la letra de las canciones o cuando repito hasta el hartazgo el mismo paso de baile (mezcla de Delfín Quispe con Tom Waits) o cuando canto una melodía en otro tono, todos, sin excepción, miran al suelo y se muerden el labio inferior de la boca, lo que yo interpreto como una muestra de respeto, no sé si hacia nuestro arte, quizás, hacia el patetismo que encarnamos, tal vez, hacia el absurdo de nuestra existencia, pero de alguna retorcida manera interpreto ese gesto inequívoco de vergüenza ajena, tan presente en nuestro público, como una muestra de respeto para con el show que propone Sentimiento Urbano Rural.    
¿Cuál es el escenario? No lo tengo claro, me paro en cualquier parte, intento bailar, muevo las manitos, creo que eso también es bailar. Mientras estoy haciendo mis cuestionables pasos de baile, sube hasta mis narices mi propio olor, un buqué como de pudú, una oleada de mis aromas perturba mi frágil concentración, en vez de pensar en las canciones, me preocupa que mi única tenida de ropa se esté pudriendo, que sería bueno orearla de vez en cuando. Quizás, ha llegado el momento de asumir que el desodorante se terminó, que el roll-on ya está seco, que el antitranspirante me abandonó, que sería bueno tener en el bolsillo lavanda o menta o poleo para disimular un poco el olor a aleta. Olor a aleta, que si he de ser sincero, pienso que es parte del concepto Sentimiento Urbano Rural, por lo tanto, andar hediondo es parte del concepto. Por suerte soy artista conceptual, de otra forma, solo sería un hombre cuya característica principal es el potente olor a culo y/o aleta que emana de sus ropas.
Reinaldo ahora toca de pie, antes lo hacía sentado. Creo que eso es un paso adelante en nuestra carrera, nos hace ver más jóvenes, somos una dupla más sexy, como Gepe y Alex Adwandter. No debemos olvidar a Keko Yunge y Marcelo Barticciotto, quienes en Viña tocaron sentados y el resultado no es bueno. Queríamos preparar una coreografía, pero no nos dio el tiempo. Queríamos ser como los Backstreet Boys, me gustaría ser Nick Carter, pero creo que soy más el Howie D de Sentimiento Urbano Rural, como que no bailo mucho, mi voz es más bien común y mi outfit deja mucho que desear, aun así, Somos Sentiemiento Urbano Rural y lo único que queremos en la vida es ser maravillosos.
Reinaldo está de pie y yo trato de bailar de manera sensual, pero yo no bailo mucho y Reinaldo, tampoco. Ambos estamos cansados porque nos vinimos parados en la micro a la hora de más calor. En el viaje, le pedí que me contara nuevamente la historia de Van Gogh y Gauguin. Yo leí Cartas a Theo hace muchos años y no recuerdo bien, él, en cambio, puede recitar pasajes de memoria, además, ha invertido gran parte de su primera juventud en ver documentales sobre el tema. Reinaldo parte citando a Oscar Wilde, me dice que difícilmente un artista de talento será un agudo crítico de arte, ya que está absorbido por su propia obra. Gauguin nunca apreció el genio de Van Gogh, de hecho lo corregía, quería que viera el mundo más como Gauguin y menos como Van Gogh. Solo cuando empezó la fama de Vincent, Gauguin empezó a hablar de su amigo en biografías y a pintar girasoles como enajenado, insinuando que el delirio del amarillo sobre amarillo, que la pasión por los girasoles era algo sugerido por él a Vincent, quien muere sin reconocimiento ni dinero ni amigos ni otro refugio que los brazos de su hermano Theo. Sentimiento Urbano Rural, en la micro, llega a la conclusión que odia a Gauguin, que hay que ser más como Vincent, que hay que salir más seguido a mirar las estrellas en la noche, que, quizás, no sea tan malo tocar una vez al año, tomando en cuenta que Van Gogh nunca fue apreciado en vida, probablemente, sea parte de nuestra naturaleza artística, puede que la miseria sea algo inherente a las mentes poseídas por el amarillo sobre amarillo.
Mamá, no soy un perdedor, soy como Van Gogh, solo que sin girasoles ni casa amarilla ni pínceles ni colores. Papá, no soy un marginal, el arte es así, algo que, probablemente, nunca tenga valor, pero es necesario que alguien se haga cargo, que alguien dé la cara por la vanguardia en este mundo. Si Sentimiento Urbano Rural no sale a ofrecer su corazón, entonces, ¿quién?
Mamá, como ya es tradición, Sentimiento Urbano Rural se encargó de amenizar el vino de honor del Congreso de Castellano. Es un momento de relajo de los estudiantes, estudiantes que organizaron algo para otros estudiantes, sin una nota de por medio ni beneficio tangible ni paga. Así debió ser el ejercicio académico en sus orígenes, cuando la gente respondía a la certeza de la muerte, más que a la necesidad de abrigo y comida, cuando no existían universidades ni colegios, solo gente interesada en un mismo tema que se reunía a conversar, aventurando ideas, compartiendo experiencias, delirando, por qué no, si así lo requería el ejercicio de imaginar otras alternativas. Papá, un Congreso organizado por estudiantes, quizás, sea el último vestigio de humanidad que va quedando en una universidad, reunirse con otros seres humanos en torno a una inquietud compartida y al mismo tiempo reflexionar y luego compartir lo que hay en tu mente, ya no es un ejercicio tan común, ¿cómo me debería sentir al respecto?       



jueves, 3 de diciembre de 2015

¿Qué se ama cuando se ama?

¿Qué se ama cuando se ama, mi Dios: los neones rotos que brillan en la discoteca o el aserrín del baño con olor a mierda? ¿La luz terrible en la pista de baile o los espejos de la barra que reflejan la muerte?
¿Qué se para cuando se me para, qué se mueve, qué se erecta, qué se hincha, qué revienta, qué recoge los dedos de las patas antes de estallar, qué es eso: amor? ¿O todo es un gran orgasmo, Dios mío? Todo es un espasmo incomprensible o, al menos, críptico, para mí que no entiendo nada si no hay gatos de por medio.
Todo lo que sé acerca del cortejo femenino, que es bastante poco, me lo ha enseñado Alondra, la gata de mi familia en Santiago. Alondra me mira fijamente, en el momento exacto en que le devuelvo la mirada ella me deja de mirar. Luego, vuelve a mirar fijamente, me acerco para hacerle cariño, ella, arranca. A varios metros de distancia se detiene, me mira fijamente, levanta la cola y me muestra el poto. Bueno, las damas en bellavista, coquetean de manera muy similar. Uno sentado en la barra, mirando su propio rostro pálido en los espejos de la pared, los hielos derritiéndose en el vaso vacío y las damas mirando y dejando de mirar. Si hay suerte, ofrecen una visión privilegiada de su culo. ¿Qué hacer: responder a la invitación o seguir sentado en la barra en compañía de tu pálido reflejo?
Es llamativo el lenguaje que se habla con el culo, a mí no se me da muy bien. Pero algo me dice que el lenguaje tradicional, el de las palabras, tampoco me va. ¿Te han diagnosticado alguna condición mental?, me dice una chiquilla. No me preocuparía, pero, últimamente, me hacen seguido esa pregunta.  ¿Cómo una enfermedad?, le digo yo, por decir algo, por ganar tiempo. Sí, responde ella y agrega que no es por molestar, es solo curiosidad. Yo le digo que no, pero como nunca he ido al siquiatra, no sé si estoy sano o solamente soy una persona pobre que no se ha dado cuenta que está loca.
La conversación se diluye, probablemente, yo me diluyo también. Pensé que la conversación estaba buena. Se hablaba de los Van Gogh, de Vincent y su relación con Theo. En la vida hacen falta más Theos, decía yo y salivaba y gesticulaba y daba vuelta los vasos de cerveza. ¿Por qué no hay más Theos en el mundo?, gritaba yo echado sobre la mesa. La chiquilla miraba, cada vez más lejos, cada vez más silenciosa. Luego, se habló de la casa amarilla, del hijo de puta de  Gauguin que nunca apañó a Vincent y yo estaba casi llorando porque imaginaba a Vincent solo en la casa amarilla. Artaud, le dije a la niña, pero la niña, a esas alturas, solo miraba su celular. Artaud lo sabía, siempre lo supo, todos necesitamos nuestro Theo, gritaba yo escupiendo cerveza. Empecé a tararear “A Starosta, el idiota”, ya nada puedo hacer por él, él se quemará mirando al sol y es esta la historia del que espera para despertaaaaaaaaaar, vámonos de aquí, mientras le dedicaba estos versos a Theo, que de seguro los pensó antes que Spinetta, la niña pregunta: ¿Te han diagnosticado alguna condición mental? En ese momento, tuve la certeza que el lenguaje tradicional me cuesta tanto como el lenguaje del culo. Es imperioso buscar una tercera alternativa. Es imperioso construir la casa amarilla. Como te quiero Theo.