Practicante en acción

Practicante en acción

martes, 28 de abril de 2015

Judá Ben Hur

Judá Ben Hur en las galeras, un romano con dos martillos marca el ritmo, otro, con un látigo, camina por el pasillo y grita: “¡A todos ustedes se les condenó, les mantenemos vivos  para servir a esta nave, por lo tanto, remen y vivirán!”.
La educación chilena está muy Ben Hur. Avanzo por los pasillos de la sala, les digo a los estudiantes que saquen sus cuadernos y abran el libro de la asignatura. Profesor, así no, me dice una niña, hay que gritar y golpear la mesa, ¡saca tu cuaderno!, grita la alumna, mientras apunta la cara de su compañera con el dedo índice. Hay que demostrar autoridad, agrega la niña, mirándome con cara de locura y rabia.
No sé por qué, pero mientras estoy en la sala, recuerdo escenas de Nacido para matar, el sargento Hartman recibe a los reclutas: “Son solo vómito, la forma más baja de la tierra, son un montón de pedazos de mierda de cerdo. Yo soy muy duro y no van a quererme, pero mientras más me odien, más entenderán”
Chile se ha vuelto muy Kubrick o Kubrick era chileno, no sé, no lo tengo claro, el caso es que en el colegio, los niños exigen que el profesor grite, anote en el libro y llame al apoderado, están acostumbrados a eso y cuando no lo tienen, se desesperan.
Profesor, anótelo, anda con jeans y zapatillas, me dice un alumno respecto de su compañero. Profesor, mire, está comiendo, échela de la sala, grita una niña acusando a otra. Por algún motivo les gusta la represión y hacen lo posible por transformarme en un gendarme, es como si quisieran ser educados por las Fuerzas Especiales.

No quiero ser un hijo de puta, lo digo con todo respeto, la prostitución es un oficio respetable como cualquier otro, uno de los más antiguos, dicen los historiadores, me refiero a que no quiero andar con un látigo obligando a otro ser humano a desarrollar una tarea determinada, quiero ser amable, dulce y sensible, como la criatura delicada que soy, quiero que mi performance pedagógica se base en el chiste corto y la balada romántica, quiero más canciones de amor y menos represión, cómo va a ser tan difícil de conseguir.

sábado, 25 de abril de 2015

Váyanse o váyansen

Profesor, cómo se dice, váyansen o váyanse, me pregunta un estudiante mientras enciendo el computador. La profesora guía me dijo que hablara de la autoestima. Busqué material en youtube sobre el tema, elegí dos cortometrajes, le doy play al primero, trata de un ratoncito con las orejas grandes, todo el mundo se burla de él, pero logra ser feliz con la ayuda de un niño que también es orejón.
Profesor, cómo se dice, váyansen o váyanse, me pregunta a cada rato un alumno. Pido silencio al curso. Los niños están molestando a uno de sus compañeros, dicen que se parece al ratoncito del corto. Yo hablo de respeto, de ser conscientes, las palabras que decimos pueden afectar la sensibilidad de lo demás, mientras digo ese tipo de cosas, atrás, siguen molestando a un niño con el ratoncito del video. Exijo respeto por el compañero y pongo el otro video, mágicamente las luces y el movimiento de las imágenes silencian al curso.
Profesor, cómo se dice, vayánsen o váyanse, insiste el mismo niño. El curso ahora molesta a una compañera, dicen que se parece a la protagonista del video. El corto mostraba a una persona rompiendo un espejo, peleando con su propia imagen. La idea era reflexionar un poco, decir cosas como, es saludable sentir amor por uno mismo, hay que centrarse en las cosas positivas y seguir adelante, quería compartir ideas que leí en google  y me parecieron adecuadas.
Me cuesta Consejo de Curso. Me duele Consejo de Curso. ¿Quién mierda inventó Consejo de Curso? Recuerdo lo aprendido en mi clase de Orientación. La profesora nos pasó una guía titulada, Ejercicios de Comunicación en el aula, con muchas preguntas, ¿Quién es la persona que más ha influido en tu vida y por qué?, si pudieras convertirte en un animal, ¿en qué animal te convertirías? ¿por qué?, si un genio te concediera tres deseos, ¿qué le pedirías?, si tuvieras que llevarte a una isla desierta solo tres cosas, ¿qué te llevarías? Me costó responder el cuestionario, son preguntas difíciles. No aprendí a orientar en mi clase de Orientación y ahora sufro las consecuencias.   
Profesor, cómo se dice, váyansen o váyanse, me siguen preguntando. Sé que es una broma que le hacen los alumnos a los profesores, sé que debo ignorar la pregunta y seguir adelante, pero estoy ocupado tratando que un alumno no le rompa la cabeza a otro, con una silla. Se dice, váyanse, respondo. La profesora me mira desde el otro extremo de la sala, ¡No, no lo digas!, me grita. Demasiado tarde, la mitad del curso ya está fuera de la sala gritando y corriendo por los pasillos.
La inspectora nos ayuda en la amarga tarea de llevar a los niños de vuelta a la sala. Mi profesora guía le explica la situación, se incorpora la directora a la discusión, quien me recuerda que los estudiantes en práctica debemos ser un aporte en la sala de clases. Asiento con la cabeza y se me viene a la mente mi mochila en el suelo haciendo tropezar a la profesora guía, mis manos torpes dejando caer los parlantes de la profesora en la mesa, las veces que me he quedado dormido al fondo de la sala mientras ella explica algo y pienso que quizás deba trabajar un poco más eso de ser un aporte.

Entramos a la sala. Los niños vuelven a sus puestos. Un estudiante me pregunta, profesor, como se dice muéranse o muéransen. Muéranse, respondo yo. Todo el curso cae al suelo. La profesora me mira desde su asiento con los ojos muy abiertos, como diciendo, cómo tan huevón. Yo me encojo de hombros, siempre es posible ser un poco más huevón. 

martes, 14 de abril de 2015

La isla de la reina muerte

Profesor, no se ofenda, pero usted parece de esas personas a las que les gusta leer, me dice un niño de 7° básico. El gusto por la lectura, para los niños, es motivo de vergüenza y humillación. La biblioteca es más un lugar de encuentro, una especie de cafetería con sillas cómodas, que un espacio de reflexión donde se cultiva el espíritu. A los estudiantes les cuesta tener un libro demasiado tiempo en sus manos, un gesto de asco empieza a aparecer en sus caras, cualquier cosa parece más atractiva que terminar el cuento que empezaron. Edgar Allan Poe, Robert Louis Stevenson, Chesterton, Cortázar, no importa, cualquier objeto con demasiadas letras parece un mierda para un adolescente en el colegio.
Profesor, usted me cae bien, me dice una niña en el pasillo. Otra niña se acerca, me pide que la abrace y estira sus manos hacia mí. Yo, muy nervioso, esquivo a las chiquillas y apuro el paso, la directora está mirando atenta la escena desde la escalera, no quiero que se malinterprete la situación. Sucede que para los niños, por algún motivo, soy como la mascota del curso. Cuando estoy sentado leyendo se acercan y me palmotean la espalda o la cabeza, como quien le hace cariño al gato en el living de su casa. En los recreos me ofrecen galletas, pastillas, estoy seguro que esperan que me ponga a ronronear o a jugar con un ovillo de lana, en cualquier momento llegan con un plato con atún y una caja con aserrín para que haga mis necesidades.
Profesor, las niñas se comportan como niños y los niños, como niñas, es un desafío este curso, me dice la profesora que me guía en la práctica de jefatura. Asiento con la cabeza, aunque no alcanzo a descifrar el sentido de lo que me quiso decir Beatriz, la profesora. Entramos a la sala de un 8° básico y ella se pone a retar a los cabros porque se portan mal, de seguir así, algunos se van a tener que ir del colegio, le informa al curso. Una niña responde que la educación es un derecho que se ganó con sangre, que nadie les puede quitar eso, acto seguido, sus compañeros aplauden de pie y la proponen de manera unánime como la nueva presidenta de curso. ¿Y el Mati?, pregunta alguien. Ese no tiene ni un brillo, responde otro desde el final de la sala. Todo el curso ríe, mientras, Mati, el actual presidente, mira cabizbajo la situación.
Estos niñitos están imposibles hoy día, hazte cargo tú, yo tengo que terminar de corregir unas pruebas, me dice Beatriz. Estamos en consejo de curso y se me ha encomendado que hable de la autodisciplina. Para ser sincero, no es un tema en el que haya reflexionado mucho a lo largo de la vida. Parto hablando de ellos, de la situación difícil que viven como curso, muchas anotaciones, muchos en peligro de expulsión, mucho desorden. Mi intervención se llena de términos propios de un video motivacional de youtube, fuerza de voluntad, persistencia, metas, valores, compromiso con uno mismo, respeto, todo eso. Como respuesta a mi performance, todo el curso me ha dejado de poner atención a los cinco minutos.
Profesor, mi mamá no me deja ver estos monitos, me dice un niño de la primera fila. Para motivar la reflexión traje unos videos, el primero es “Ikki en la isla de la reina muerte”, capítulo de Los Caballeros del Zodiaco, que habla de sacrificio, trabajo duro y todo eso, pero el niño sigue insistiendo, profesor, mi mamá no me deja ver estos monitos. La profesora me dice que es un alumno con asperger y que a veces se enoja con facilidad. Tú, no mires, le dice la profesora. El niño tapa sus oídos con la mano y mira el suelo, pero sus compañeros le sacan las manos de los oídos y se ríen,  mientras, Ikki relata sus peripecias en la isla de la reina muerte. Beatriz interviene, ordena que lo dejen tranquilo. Yo detengo el video. Luego, pongo un cortometraje animado de Pixar que me parece más amistoso, así todos lo pueden disfrutar y ver más tranquilos. El estudiante que antes tapaba sus oídos y miraba el suelo, ahora está feliz con los monitos, pero el resto del curso pifia, los niños me gritan que el video es fome. No sé cómo integrar a los estudiantes integrados, valga la redundancia.   

Profesor, así me llama la gente, pero siento que no soy digno de mi piocha.