Practicante en acción

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jueves, 18 de junio de 2015

Shakespeare no se vende, se defiende

El profesor marchando también está educando.
Mi mamá apagó el despertador para que yo no fuera a marchar, tiene miedo de que me pase algo malo, por el caso Avilés anda asustada. Yo quería ir, me aprendí algunos gritos, tenía listo mi polerón rojo y mis pantalones negros, pero parece que voy a volver al amarillo patito y al calipso, no alcanzo a llegar a la manifestación.
Vamos los blogueros hay que opinar con más empeño.
Como me quedé dormido, apoyé al movimiento social vía Facebook. Le di like a todas las fotos que subía la gente marchando, por ejemplo, eso es apoyar el movimiento, ¿o no?
Lo que me inquieta es que me piden la opinión y yo no he podido leer mucho sobre el proyecto de carrera docente que propone el gobierno. He estado muy ocupado, hoy fui a la tetería con mi amigo Enzo, hablamos de los estrenos que llegaron al cine, de las posibilidades de Chile en la copa américa, de los singles de Joy Division, cuál es mejor, Atmosphere o Love will tear us apart, pero no se llegó a ninguna conclusión satisfactoria.
Como se puede ver, no tengo tiempo para nada: Ni revisar el proyecto de reforma ni tapar las goteras del techo, como quiere mi madre. Sin tetería yo no soy nada y la tetería está consumiendo toda mi vida, hay muchos temas que zanjar.  
Salimos a la calle nuevamente, Shakespeare no se vende se defiende.
Estoy planificando la unidad de drama, lo malo es que lo mío es la comedia. En específico, el chiste corto. Para acotar más el tema, el chiste gallego.
-Hola Manolo.
-¿Qué pasa Paco?
-¿Qué hora tenéis?
-Las diez menos diez.
-Entonces, no tenéis nada, tío.
A Shakespeare le hace falta más de eso, Romeo contando chistes gallegos a Julieta para seducirla en el balcón, eso se vería cool. Cómo puede ser considerado maestro en su disciplina un autor que no utiliza chistes gallegos como recurso artístico, no entiendo, detengan el mundo que me quiero bajar.
Romeo y Julieta no me está gustando, no he podido terminarla porque me aburre en demasía. Tengo que hacer un control de lectura de la obra y yo creo que la prueba se va a reducir a completar oraciones tipo: “Romeo, Romeo, dónde estás que no te…”.
Más Pac-Man menos represión.
Tengo la certeza que los Giocos sería un buen espacio para hacer clases. Este lugar es el último bastión de la vanguardia penquista, un local que dispone de todo lo que un ser humano necesita, café, flipper y un Pac-Man. También, creo que tienen el Space Invaders.
El punto es que se debe lograr enseñar gramática a través del Pac-Man y vocabulario, en el flipper o algún otro juego. De esta manera, las cosas que cuesta enseñar, debido a que los estudiantes se aburren, en este contexto pueden resultar las materias más atractivas, un evento deseado por los alumnos.
Mi propuesta para una reforma educacional es llevar el Pac-Man y el fliper al aula o trasladar a los niños a los Giocos, pero una sala de clases llena de mesas y sillas ya no se justifica, no tiene sentido.

domingo, 7 de junio de 2015

La alegría de la amistad

Echo de menos mi piocha, ando como perdido sin mi delantal. Son tiempos de paro, en mi mente planifico clases que no sé si se realizarán alguna vez. Todas mis clases imaginarias empiezan con un chiste corto: venía caminando al colegio y me encontré con mi suegra, uf, mi suegra, es fea mi suegra, es tan fea que cuando nació, el doctor la tiró al cielo y dijo, si vuela es murciélago y si camina, ratón. Mmm… puede que tenga que renovar mi rutina.
En consejo de curso falta más chiste corto, los muchachos se han mostrado un poco tensos. El otro día el tema a tratar era La alegría de la amistad y cuando entré a la sala había una niña agarrando a patadas a su compañero. Mientras tanto, al fondo de la sala, un niño ahorcaba a otro, con el brazo.
Busco en el Marco para la buena enseñanza del Mineduc alguna idea que me ayude a enfrentar este tipo de contingencias. Hay un apartado que dice, “Creación de un ambiente propicio para el aprendizaje: El profesor establece un clima de relaciones de aceptación, equidad, confianza, solidaridad y respeto”. Parece una buena iniciativa, pero en ninguna parte dice cómo lograr ese clima ideal.
Dejo de lado el Marco para la buena enseñanza y me dirijo al abusador, quien es más grande que yo y, eventualmente, podría tirarme por la ventana. Suelta a tu compañero, dije. Pero si estamos jugando, me respondió el niño matón, su compañero tosía y miraba el suelo. Me pongo en medio de los dos y los separo a la fuerza, con los brazos. No es la forma más elegante, pero no se me ocurre otra.
Luego, voy al otro extremo de la sala, le digo a una niña que deje de patear a su compañero. Me mira, sin dejar de tirar patadas, y me dice que no le está pegando. Deja tranquilo a tu compañero, insisto. Si no le duele, responde ella. En la clase sobre la amistad, me siento más un árbitro de combates “Todo vale”, que un profesor.
Los estudiantes ven un cortometraje, que habla del respeto mutuo, el amor fraternal, etc. Un estudiante se acerca y a pito de nada me dice que va a traer una metralleta porque quiere matar a todos sus compañeros. Primero, creo que está hueviando. Le digo que siga viendo el video. Se pone más serio que antes y reitera la idea de traer una metralleta. Me empiezo a asustar y mi primer impulso es decirle que espere a que termine mi práctica para desatar su locura. Pero después me acuerdo de mi tarea de formador y todo eso, le digo que si tiene problemas hay otro tipo de caminos, como el diálogo basado en el respeto, por ejemplo. La solución para mis problemas es una metralleta, me dice antes de salir a recreo. No me parece una buena idea, respondo. Es la mejor idea, insiste él y se va.
Algo me dice que no se entendió el mensaje del cortometraje, probablemente haga falta más de una clase para profundizar en La alegría de la amistad.