Almacén Cristiancito. Oh,
almacén de esquina, oh, almacén de barrio, donde muchas veces me han confundido
con el dependiente y he terminado yo atendiendo a la gente, alcanzando bebidas
a los niños y bolsas plásticas a viejas sin encanto ni paciencia. Oh, almacén, oh, querido, no sé si eres
funeraria o mueblería, quizás, he vivido en un engaño y estoy comprando fruta
en una vulcanización y por eso los tomates tienen el sabor y la textura de un
neumático y el jugo de tus duraznos se siente como aceite de auto en la boca. Oh,
Cristiancito, oh, inquieto muchacho hablador, me cagaste con las humitas,
estaban secas y mi sensibilidad nunca pudo encontrar el sabor del choclo. Los plátanos
tampoco estaban tan buenos, o muy pasados o muy verdes, difícil elegir así y
los limones, blandos, madurísimos, la marraqueta era de ayer y no me avisaron. Total:
$6000. Nada de barato, Cristiancito, no es ningún regalo, oiga.
Ciudad atroz, te amo de
siempre, patees, silbes, muerdas o vueles, diría el colega Mario Santiago,
quien murió atropellado, caminando, buscando algo, no sé qué cosa esperaba
encontrar el colega, pero algo hay que buscar, supongo.
Yo igual tengo por
costumbre caminar por la ciudad, claro que intento mirar a ambos lados antes de
cruzar la calle, entre farmacias y supermercados, a veces no ando buscando nada
y solo doy vueltas a la manzana, otras, busco alimentos o cosas para no andar
tan hediondo, pero, principalmente, busco helado, mi pasión. Me cuesta decir
qué sabor pedir, especialmente, si me queda poco dinero, o sea, siempre. Por
suerte, en Arthelados tienen poca variedad, que bueno que es vivir cerca de la
pero heladería de Santiago, de tener muchas posibilidades para elegir me daría
un ataque de colon. La última vez me fui a la segura, elegí frutilla y
chocolate, un clásico. No suelo ser tan conservador, pero estaba decidiendo por
toda mi familia. Pedí chocolate suizo, eso sí y no lo probé, de puro idiota, no
tengo excusa para eso. Pensé, es chocolate con almendras, qué puede salir mal y
nunca probé cosa más desabrida, en la boca se sentía como agua muy helada, yo
esperaba que se sintiera como Sahne Nuss, pero era más como nieve con
almendras. Total: $ 5.500. Costo sentimental: una gran desilusión para toda la
familia y los respectivos reproches y/o insultos hacia mi humilde persona, “¿pero
cómo no probar el helado antes de comprar?”, “¿cómo tanto?”, cosas así me
decían, pero lo que en realidad querían decirme era “hueón”, “hueón de mierda,
piensa las cosas un poco más antes de hacerlas” y yo intentaba explicar mi
proceder y decía cosas como, “es chocolate con almendras, es como pedir papas
fritas con carne, son clásicos, es algo seguro, era un plan perfecto, cómo no
lo ven”.
Basura, tesoros,
deudas, recuerdos, no sé cómo llamar a las cosas que guardo en el cajón del
velador. Probablemente, tenga un problema y sea como esa gente que acumula
desperdicios esperando que algún día le sirvan para algo.
A lo largo de mi
estadía en Santiago he ido guardando todas las boletas con el objetivo de llevar
una especie de registro de mis gastos y algún día, con mi sueldo de profesor,
devolver a mi hermano mayor todo lo que me ha prestado. Porque en mi mente la
plata que pido es prestada, nunca regalada y la prueba son estos cientos de
boletas que guardo en el cajón. Por ejemplo hay una que dice “Pulgas”, Muños
Pino Juan Luis y otros, Peluquería canina y accesorios. Total: $2.600. No
recuerdo qué compré ahí, probablemente, algún regalo para Alondra. También, hay
otros papeles en el cajón, aparte de mis deudas, tengo una batería de cosas que
me pueden inspirar, como los “Correos de Vida Eterna”, que son volantes con
diversos mensajes que me entregan desconocidos en el metro Santa Lucía, dicen
cosas como, “y al que viene a mí, no lo echo fuera, Jesús”, me gusta leer eso,
me hace sentir bien, Jesús apaña y eso me delira y por eso lo guardo en el
cajón, veo los cientos de boletas, todos esos números, toda esa deuda y luego “venid
a mí todos los que estáis cargados y yo os haré descansar, Jesús”. Cristo es mi
aval, él responde por mí, aunque no creo que lo tomen en cuenta en el banco.
Iglesias y
Supermercados, Farmacias y Vida Eterna, Papas Fritas y Helado, ciudad, yo te
amo, pero no te ofendas si miro a ambos lados de la calle antes de cruzar.