No
sé si me gusta el café porque estudié pedagogía o estudio pedagogía y por eso
me gusta el café, lo cierto es que me gusta el café en demasía. Una de las
cosas buenas del oficio de profesor es que te regalan café, pero para eso hay
que tener acceso a la sala de profesores, privilegio que yo no gozo en este colegio,
cosa curiosa porque en mi pre practica sí podía entrar, pero claro, era otro
colegio, con otras reglas, se siente como ir retrocediendo, estoy
involucionando en el oficio de tomar café gratis.
La
sensación es extraña, uno se siente un tanto miserable, sentado en unas sillas
afuera de la sala de profesores, viendo como los futuros colegas pasan con su
sándwich y su café, mientras tanto, uno intenta poner la atención en otra cosa,
los cordones de los zapatos, las murallas, el diario mural del pasillo, cosas
no muy emocionantes, en realidad. La directora se me acercó un día y como
adivinando mi angustia por un poco de cafeína me dijo que podía traer mi café
de la casa o comprarlo en el quiosco. Yo asentí con la cabeza, el quiosco se lo
pasa lleno y un termo con café en la mochila es un peso que no quiero cargar en
mi delgada espalda de poeta mal alimentado.
Mi
lugar fuera de la sala no está muy claro, soy alguien que no pertenece a
ninguna parte vagando por los pasillos, y mi lugar dentro de ella, tampoco. Me
paro a un costado de la sala y espero que el profesor se levante de la silla
para sentarme en su escritorio un poco, las salas siempre están llenas, no hay
muchos puestos vacíos donde sentarse. Mi labor en la sala se limita a borrar la
pizarra y contar a los alumnos, cosa que hago pésimo porque soy malo para las matemáticas,
siempre le doy números equivocados a mi profesor guía y él tiene que contar a
los estudiantes de nuevo. Ahora último respondo consultas, Carlos, el profesor
que guía mi práctica, le dijo a un curso que si tenían dudas con respecto a una
actividad me las preguntaran a mí. Yo no sabía que los niños eran tan concretos
en 7° y 8° básico, se lo toman todo muy al pie de la letra, me preguntan cosas
como, cuánto calzo, qué equipo de fútbol me gusta, si es mucho trabajo dejarse
el bigote, si me gustan los Transformers y qué pienso de Optimus Prime, qué me
pareció la película Los Vengadores, me preguntaron sobre temas muy diversos,
pero nada relacionado con la materia que trata el curso.
Al
terminar la jornada intento pasar lo más rápido posible por afuera de la
oficina de la directora para que no me rete por andar sin delantal ni piocha.
Qué le voy a decir a los apoderados cuando me pregunten porque un hombre sin
delantal ni piocha se pasea por los pasillos entre las niñitas, me dijo una
mañana. Yo no supe qué contestar, nunca me lo había cuestionado, no sabía que
el valor de un hombre radicara en su piocha.